El Rincón del Alberche
Madrid, España.
Por: Patricia Leguina.
El Rincón del Alberche es un ensayo sobre la poética de los recuerdos, un pensar sobre la construcción de las imágenes y de nuestro presente, a través de la activación de una experiencia que quiere ser transmitida y rememorada, una experiencia que no es simplemente individual sino que es accesible a los otros y debe ser vinculada a una práctica colectiva y una forma de pensar. No se trata de traer el recuerdo sino desde él entender nuestro presente, nuestra forma de ver el mundo.
Foto: Video Still
Surge del reencuentro con mi pasado a través de un espacio que influyó enormemente en la construcción de mi subjetividad, donde todavía puedo conectar con mis raíces para repensarme a mi misma desde un presente que se sigue construyendo.
Este es un espacio de historia, donde la narración está presente, una narración que evoca a nuestras ruinas y a lo que somos nosotros de ellas, y que se produce para pensarse a uno mismo y generar, aunque sea, una pequeña transformación, ya que como diría Foucault la transformación del hombre contemporáneo se da en relación a su sentido de si mismo, “cuando escribo, lo hago sobre todo para cambiarme a mi mismo y no pensar lo mismo que antes”. Un volver a tejer relaciones para hacerlas presentes, recuperar esos lazos que nos permitieron ser lo que somos y que nos construyeron para ver como vemos.
Habla de lo que no nos es visible y que algún día lo fue y que pide ser reconstruido como presente para pensar sobre la historia en la construcción de nuestras imágenes, una historia estrechamente relacionada con la tradición pictórica y nuestra manera de mirar el mundo, de manera que podamos ahondar en las estructuras de nuestros contenedores de pensamiento.
Foto: Video Still
Como diría Hito Steyerl la investigación de los hechos que han convertido a éstas en ruinas, hace que podamos ver los lugares retratados como la huella de un conflicto oculto y propone una nueva lectura de estos lugares de la memoria.
Podríamos decir que ese conflicto como si de un fantasma se tratase, asusta pero no por “su ajenidad absoluta –que nos dejaría fríos- sino justamente por ese baile suyo tan característico entre lo que es –o ha sido- y ya no es, o no lo es del todo, un juego que nos revela esa carencia estricta de límites entre lo propio y lo ajeno, lo acabado y lo que sigue construyéndose, lo presente y lo ausente, lo vivo y lo muerto. Es ese espacio de ambigüedad y confusión modal lo que provoca tanto desasosiego como fascinación. Los fantasmas –como toda imagen estética- nos hablan de posibilidades de vida diferente”(1).
Foto: Video Still
(1) Claramonte Arrufat, J. (2009) Conviene que la inteligencia piense las imágenes. (Aristóteles, De ánima)